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domingo, enero 09, 2011

Un Té de Twinings




 Estos días de comienzos de año en los que he tenido algún problema estomacal, y no precisamente por excesos en Fin de Año, he tenido sobredosis de manzanillas y té para restablecerme, y no he podido evitar acordarme al ver los sobres de infusión, de un lugar en el mundo que me parece de los mas curiosos que he visto.



En la siempre atractiva "Strand" de Londres se encuentra la centenaria sede de Twinings, una de las marcas comerciales mas antiguas del mundo. Sirven Té y otras infusiones al público en general y a la casa Real Británica desde 1706. Si pasáis por Strand no os paséis de largo ya que es muy fácil no ver la tienda. Está exactamente al final de Fleet St, la antigua calle de la prensa londinense, frente a la Royal Court os Justice, los viejos juzgados de la ciudad, y ubicada en la zona de los campus de juristas ingleses, los famosos "Inns of court" que merecen una visita.

Justo a su izquierda y cerca de la entrada de la Iglesia del Temple, se encuentra otra curiosidad.Una sucursal del Lloyds Bank que descubrió mi insaciable curiosidad en uno de mis viajes.Quien iba a imaginar una sucursal bancaria en un hermoso edificio de madera y cerámica muy del estilo oriental de finales de la época victoriana.Otra ventana al pasado en pleno Londres. Algo mas a la derecha se encuentra The George, uno de los pubs con mas solera de la capital, y siempre lleno de abogados y fiscales que hacen un receso entre juicio y juicio. 
 

Allí lleva mas de 300 años la vieja tienda de Té, estrecha y profunda, enmedio del jaleo de una de las calles mas bonitas del mundo ,el eje Fleet-Strand, cuna del periodismo moderno (aún podeis ver los letreros cerámicos en los edificios con los nombres de antiguos diarios que ya no existen), uno de ellos, el Strand Magazine, fue el diario que dio cabida a los relatos del genial detective.

Cuanta historia habrán visto los dos pequeños chinos que adornan sonrientes la preciosa puerta de Twinings.

...me ha quedao chula ésta...jejeje. Feliz año.

martes, abril 06, 2010

Los Mews


Un paseo rápido por Londres os hace descubrir de un vistazo las multiples denominaciones que tienen las calles. Avenue,Lane, Road, Close,Circus y por supuesto Street.

A mi la que me llamó la atención  fué Mews. Éste es el nombre que los ingleses dan a las calles traseras donde se encontraban las caballerizas. Os podeis imaginar que desde la edad media, y sobre todo en la época de máxima expansión del Imperio Británico, durante el reinado de la Reina Victoria, estas calles sin salida serían un herbidero de caballos ,carros y mozos, siendo el "parking" de todos los transportes de la ciudad,tanto los que abastecerían de alimentos como los que servían de transporte a los señores. En aquellos años estas calles eran rincones poco atractivos, formando calles cerradas y sin salida, era la parte de la casa menos decorada y mas fea. Un Mew es la típica calle a la que te asomas  con cara de curiosidad mientras que paseas por otra mas chula, pero son los retales urbanos que más han permanecido en el tiempo,algunos aún se alumbran con luz de gas (recuerdo uno en Bayswater).

Hoy dia los londinenses las usan como cocheras en gran parte, pero también han proliferado en ciertos Mews locales de moda y tiendas cada vez mas "Chic" que merecen una visita. Os recomiendo sobre todo los de Mayfair, aunque tambien en Kensington y Candem hay algunos llenos de flores y bastante fotogénicos.


Como la foto de mi cosecha (la primera) es en invierno y se ve un poco apagada y triste, os pongo otras dos para que veáis lo bonitos que quedan en verano.

domingo, abril 04, 2010

El diván de Freud


El diván más famoso de la historia, revestido con los colores de una alfombra persa, sobresale en una estancia saturada de recuerdos, antigüedades y libros que forran las paredes de punta a punta. Sobre el escritorio, las gafas de lunas redondas inseparables de la figura de Sigmund Freud atestiguan que éste fue su pequeño universo, el estudio-biblioteca donde trabajaba y recibía a sus pacientes. No estamos en la Viena efervescente de principios del siglo XX, fascinada y a la vez escandalizada por las teorías del padre del psicoanálisis, sino en una deliciosa casa de ladrillo rojo que, con su cuidado jardín frontal, encarna la quintaesencia de lo inglés. El número 20 de Maresfield Gardens fue el último domicilio de Freud, hoy convertido en casa-museo y una de esas perlas que escapan de la postal más turística de Londres.

El lugar no conoce los tumultos, tan sólo la visita de discretos grupos cuando abre sus puertas cada semana, desde el miércoles hasta el domingo
Aquí vivió los doce meses anteriores a su muerte (23 de septiembre de 1939), rodeado de los mismos muebles y objetos que había dejado atrás en su huida de la barbarie nazi y que su hijo, el arquitecto Ernst Freud, logró recuperar. Con la ayuda del ama de llaves Paula Fichtl, reprodujo pieza por pieza el estudio y biblioteca de la calle Bregasse, recreando el ambiente de trabajo que había acompañado a su padre durante 47 años. Freud se había resistido a abandonar su piso vienés cuando sus libros fueron quemados públicamente por los nazis, en 1933, a seguir al grueso de psicoanalistas de Alemania y Austria, predominantemente judíos como él, que emigraron en los años sucesivos. Sólo cedió tras la anexión de Austria. "A los 81 años, dejo mi casa de Viena como resultado de la invasión alemana y espero acabar en Inglaterra mis días en libertad", declaraba a la BBC al inicio de su exilio, el 6 de junio de 1938. Pasó tres meses en una vivienda de alquiler y finalmente compró su propia casa en Hampstead, un barrio tranquilo y acomodado del norte de la ciudad, conocido hoy por las inquietudes culturales de su nutrida comunidad judía.
La casa-museo resulta accesible (con sendas estaciones de metro a escasos minutos a pie), pero su localización no se antoja tan sencilla en un paisaje de calles arboladas y casi idénticas. Una placa redonda de color azul -como las miles que el Patrimonio inglés ha diseminado por las fachadas de toda la ciudad en honor de personajes ilustres- recuerda que "Sigmund Freud vivió aquí entre 1938 y 1939". A su lado, una segunda inscripción alude a Anna Freud, la menor de sus seis hijos y fiel colaboradora, que se instaló con él en Londres, junto a su madre, Martha, su tía Minna Bernays y el ama de llaves.
El lugar no conoce los tumultos, tan sólo la visita de discretos grupos cuando abre sus puertas cada semana, desde el miércoles hasta el domingo. La pieza estelar es, por supuesto, el estudio-biblioteca, conservado en la planta baja tal cual lo dejó a su muerte. A pesar de su avanzada edad y de estar aquejado de un cáncer de paladar, Freud nunca dejó de fumar ni de recibir pacientes en su consultorio. Les invitaba a recostarse sobre el célebre diván y a relatar todo aquello que salía de su mente, sin filtrar la información ni discriminar aquello que les pareciera inadecuado. Él atendía esas sesiones de "asociación libre" desde su silla verde de respaldo cóncavo, frente al escritorio donde solía alinear alguna de sus antigüedades más preciadas. Las piezas egipcias, romanas, griegas y orientales permanecen allí como reflejo de su pasión por el mundo clásico y, sobre todo, la arqueología, que convertía en metáfora del psicoanálisis: el material consciente se erosiona, pero lo inconsciente se salva de ese desgaste. "Ilustraba mis comentarios", escribió, "señalando los objetos antiguos que me rodeaban. Fueron hallados en una tumba y, con su entierro, habían logrado conservarse".
A lo largo de su vida visitó varias excavaciones, aunque adquirió el grueso de su colección en anticuarios de Viena. Su presencia tonificaba a este arqueólogo de la mente durante las largas sesiones de trabajo que le permitieron concluir y publicar en Londres la compilación de ensayos Moisés y la religión monoteísta, una obra que aborda la cuestión del antisemitismo y que le había obsesionado en la última década. Los libros le arroparon siempre, como ilustra el despliegue de gustos literarios que pudo traerse de Viena a la biblioteca de Mansfield Gardens: tomos de psicología y medicina, pero también de arte, literatura, arqueología, filosofía e historia. En la estantería colocada detrás de su escritorio destaca una selección de títulos de sus autores favoritos, Goethe, Shakespeare, Flaubert, Heine o Anatole France. En escritores, poetas y filósofos reconoció un material, los deseos del inconsciente, que el psicoanálisis intenta desentrañar.
El resto de la planta baja pertenece a los dominios de su vida familiar, hoy ocupados por una tienda de recuerdos para el turista. Una de las piezas más interesantes de la casa está en el descansillo del primer piso, el retrato que Salvador Dalí realizó del gran inspirador del movimiento surrealista. El genio ampurdanés deseaba visitar a Freud desde sus tiempos en Viena, pero el encuentro no se produjo hasta el 19 de julio de 1938, en las primeras semanas de destierro londinense. El escritor Stefan Zweig los presentó y el artista pudo ejecutar varios bocetos (publicados en su autobiografía La vida secreta de Salvador Dalí, 1948) que luego plasmó en un dibujo a pluma. Zweig nunca quiso mostrárselo a Freud, porque en él se vislumbraba su inminente muerte.
Completan el recorrido en el piso las estancias de Anna, pionera en el campo de la psicología infantil, y en las que destaca el telar que entretenía sus manos mientras analizaba a sus pacientes, reclinados también en un diván. Cuatro años después de su muerte (1982), la casa se transformaba en museo para preservar, en palabras de su padre, "mi última dirección en este planeta". El intento de concederle la ciudadanía británica en sus últimos días fracasó, y Sigmund Freud murió como extranjero en su tierra de acogida.

Museo Freud de Londres: www.freud.org.uk/

lunes, diciembre 07, 2009

Tres librerias con encanto


Hoy que ha amanecido nublado y con ganas de lluvia, me apetece un rato de lectura calentito en casa, y me he acordado de 3 librerias con encanto de algunos de mis viajes.



La primera es de Londres, una calle que desemboca en King´s Road. Lo que mas me gusta en los viajes es perderme y callejear, y así encuentro joyas como esta típica libreria inglesa. Ya pondremos otro dia la famosa tienda de guias de viajes en Notting Hill Gate que regentaba Hugh Grant en la peli.



La segunda es muy conocida. Quien haya ido a Paris no tiene mas remedio que pasar frente a  Notre Dame por la famosa Shakespeare&Co, una pinturera libreria con un propietario muy especial que ademas de vender libros acoge  de forma muy hospitalaria en los altos de la libreria a todo el que se lo pide para pasar la noche.Puedes coger un libro y leer en la calle como podeis ver, contemplando Notre Dame justo enfrente.



Esta es una vista por dentro que se asemeja mas a un laberinto de libros y estanterias.




La tercera es la mas curiosa.Venecia, libreria Acqua alta.El propietario te recibe en la puerta y te invita a entrar a este curioso establecimiento, cuya parte trasera da al canal y cuando sube la marea ( o Acqua alta), la libreria se inunda (al fondo de la gondola a la derecha es donde se encuentra la puerta que da directamente al canal).En esa estancia los libros estan sobre cajas, pero con agua y todo se puede pasear y comprar alguna buena obra.


Fotos Iacobum y Web